Ciento cuatro años de revolución

20/11/14

 Por: Pamela Diaz

¿Realidad esta pesadilla irreal, esta danza de idiotas al borde del abismo?

– Julio Cortázar

Hemos llegado al punto en que citar grandes figuras o revivir vieja sabiduría no sirve ya de nada; quise hacerlo. Porque no fue hasta que me topé con esta frase que comprendí que ya no quedan palabras… México ya no puede ser un párrafo, una noticia, un artículo. México es un grito, un espectro interminable de colores, un sentimiento colectivo.

Ayotzinapa no ha sido más que el gran despertar de una situación que se ha evitado por años, el hoyo negro en el que nos encontramos no es más que el reflejo de un cáncer añejado; porque sí, México está enfermo. Se enfermó de corrupción, desigualdad, de promesas vacías, de la ausencia de justicia, de la distancia al poder…                                  ¡Ay México! Son tantos los síntomas que podría enlistar, y la realidad es que tu mal es mal, es nuestro mal. Por eso no sólo me dueles, México; me quemas, me ardes, me quitas el alma.

Aún así el saber todo esto no me tira, porque si algo he aprendido de mi país es que no se deja caer; nos ha soportado bajo las peores condiciones, y siempre está ahí; tan hermoso, inmenso e inquebrantable. Nos toca devolverle el favor.

El régimen de gobierno no es más que una telaraña de mentiras, una montaña enorme de esperanzas desechables que mide su preocupación en pesos mal ganados. Lo que viene, o creo venir, es algo que me inunda de miedo y hace que sienta mi pulso en la garganta: revolución. Es una palabra temible, más es la herramienta necesaria, y los mexicanos han dejado ver que la batalla ha comenzado en silencio. Entre marchas, artículos, críticas y uno que otro chiste –porque JAMÁS nos faltan- está la voz de millones exigiendo lo que nos corresponde, y lo está haciendo con una consciencia impecable y un estado de paz que no se había sentido en pleno estado de crisis jamás.

Ayotzinapa pudo haberse quedado como un trago amargo que, a decir verdad, poco nos toca de este lado del barranco; de las realidades más trises. Pero no fue así. Hizo ruido, dio un grito infinito con su último aliento. Tanto que la tierra bajo nuestros cuerpos comenzó a temblar, ganando la atención de países solidarios y haciendo que nuestras suelas se quemen, obligándonos al movimiento. A todos sin excepción. La tierra mexicana, nuestra tierra, esta tierra caliente, será siempre la misma para el tacón que para el huarache; para los pies desnudos y para los que no se atreven a pisarla, porque al final nuestra sangre es la misma; y está hirviendo. Este llamado es a oídos de todos, es un ardor común que exige la reestructura de la cultura mexicana; exige unión; libertad; calidad de vida y una nueva oportunidad de construir cimientos basados en valores concretos y colectivos, no en escalones de papel.

Hemos peleado bien. La violencia sobra, y la gente lo sabe, porque México llora sangre de inocentes y seguirlo empapando no tiene sentido. Las marchas hasta hoy, curioso día además de todo, no han sido más que la unidad del pueblo mexicano en una canción, no un grito de guerra.

Gracias, Murillo Karam, por recordarnos a todos lo exhaustos que estamos de este ciclo interminable; gracias Peña Nieto por enseñar la peor máscara del gobierno y mostrarnos la verdad inintencionadamente, por creernos idiotas; gracias “Gaviota” por mostrarnos en crudo lo que somos capaces de comprar a coperacha nacional; gracias a todos aquellos funcionarios, diputados, senadores, que van a dormir a las cámaras mientras nuestros impuestos mal utilizados llenan sus cuentas bancarias, gracias por mostrar por primera vez el gigantesco saco de basura que apestaba nuestro país. Sin ustedes nada de esto sería posible.

Gracias por abrirnos los ojos, por dejarnos ver que la situación es triste, horrorosa, irreal e impensable. Gracias porque aún me tranquiliza saber que entre todo este caos aún hay una luz, está habiendo un despertar masivo que llevará al reacomodo de nuestro sistema, que dará lugar a un nuevo México, un México desconocido, sano. Lo mejor está aún por venir, mas tenemos que aguantar el camino tan difícil que nos hemos forjado.

Porque al final del día esa es la realidad: nuestra ignorancia y conformismo fueron los que colocaron a semejantes personajes en el poder. Nos dejamos pisotear, manipular, incluso algunos se dejaron estampar un código de barras bien puesto en la frente. Ya fue suficiente.

El ruido sigue, incrementa aceleradamente, y seguirá así hasta que la presión se libere y lo único que pueda escucharse sea el pulso firme y vivo del corazón mexicano.

No más mentiras, no más cortinas de humo, no más manipulación, no más industrialización del individuo. No más.

México, tu gente no te suelta, y siempre seguirá con la frente en alto, aunque esto implique encarar a los peores de los demonios.

México, te extrañamos.

México, te queremos vivo.

México, sabemos que brotarás de tus cenizas.

México, resiste.

México, te siento.

México eres tú, soy yo, somos todos.

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